
15:45.- Llego harta, cansada del trabajo, pensado que cualquier día cojo del cuello al gilipollas del jefe. Tiro las bragas sudadas por ahí, en el sofá, y me saco una cerveza del frigorífico dispuesta a disfrutar del programa de Ana Rosa con las piernas por alto.
15:51.- La mesilla del sofá está llena de latas de días anteriores, a ver si ordeno. Me he puesto la lata de cerveza entre las tetas. Ya he comprobado que así se mantiene erguida y no se derrama. Más arriba en el canalillo he puesto la bolsa de panchitos y los nachos al queso. Debería cocinar alguna vez, pero tengo siempre tan pocas ganas.
16:40.- Me ha vuelto a pasar: me he quedado dormida en el sofá y todos los nachos se me han desparramado por el pelo y la tapicería. Limpiaré más tarde, que llego tarde a la cita. Me debería lavar el pelo de nachos.
17:12.- No me ha dado tiempo a lavarme el pelo, pero si llegó tarde Emilio se va a creer que no soy femenina. Me he puesto un pañuelo de estilo palestino por la cabeza, que disimula las migas.
17:30.- Emilio está de bueno que me lo follaba aquí mismo. Menudo culo, y vaya pecho. Es buen chico y un poquillo conformista, y sus perspectivas laborales no prometen mucho, pero me excita igualmente. Me lo tiraba a él y a sus tres hermanos. Hablamos poco. La verdad es que no me gusta atosigarlo con cosas que sé que no le interesan mucho, así que me esfuerzo por llevar la conversación a un tema común: la literatura.
"Así que estás escribiendo un diario en modo twitter con vistas a su publicación" -me dice.
"Sí -le contesto- en mi opinión, la auténtica visión femenina, sus deseos, sus impulsos más inmediatos, está insuficientemente representada en la literatura contemporánea. Muchos autores nos venden personajes femeninos que son, simplemente, hombres con ovarios, y eso se nota mucho"
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