jueves, 24 de diciembre de 2009

Las tres cerditas



Érase que se era, en un país lejano llamado Jiñanistán, una anciana cerda llamada Prejubilada Viejuna que al verse morir, reunió a sus tres cerditas y así les dijo:

"Hijas mías, me muero, y me preocupa ver que ya no estaré con vosotras ahora que se acercan los peores momentos de vuestras vidas. Porque habéis de saber que el Eurilóbor Feroz, que durante muchos años fue manso y nuestro amigo, se ha vuelto de nuevo feroz e insaciable y amenaza a todo el bosque de Jiñanistán, y en especial a unas cerditas tan sabrosas y orondas como vosotras.
"Así que escuchadme: os diré donde guardo los ahorros e inversiones de toda una vida. Bajo este colchón hay un orinal de Lladró con angelitos y pastorcillos sonrientes lleno hasta rebosar de pipí y de popó apestosos. Bajo toda esa capa de porquería, encontraréis que su fondo está lleno de Krugerrands de oro, Francos de plata y acciones de Terra. Cuando muera, coged de allí el oro y la plata, y dejad las Terras, que están allí porque las tiro después de usarlas para las pérdidas de orina porque salen más baratas que el Indasec.
"Cuando haya muerto, repartíos a partes iguales esa riqueza sin peleas ni rencillas, como buenas cerdas, y empleadla en buscaros un refugio seguro contra el Eurilóbor Feroz, que pronto saldrá en vuestra busca.
"Nada más tengo que deciros, salvo lo más importante, un detalle esencial: recordad siempre que AGFHHHHHHSSS..."

Así murió la sabia cerda Viejuna, y sus tres cerditas la lloraron adecuadamente, tras lo cual se repartieron aquellas monedas de oro y de plata, y cada una las invirtió en el refugio contra el Eurilóbor Feroz que creyó más conveniente.

La cerdita porqueyolovalguista, que se llamaba Nùria Letizia Lydia, se compró un coche diciendo para sí misma: "Si el Eurilóbor Feroz me persigue, en un coche podré escapar y correr más que él. Además, les daré rabia a las amigas"

Desgraciadamente, optó por el coche más caro que pudo permitirse con aquella suma inicial, en concreto, un Mini Cooper S Cabrio, y pronto no pudo hacer frente a los gastos de mantenimiento. El aciago día que tuvo que vender los neumáticos para poder pagar el repuesto del retrovisor lateral, ya no pudo moverse más y el Eurilóbor Feroz la alcanzó y la devoró. Subió las ventanillas del auto para que el Eurilóbor no la cogiera, pero los descapotables, en fin, ya se sabe.

La cerdita visillera, que se llamaba Pepita Animosa Wapísima, supo lo que le había pasado a su hermana, y decidió comprarse una casa de ladrillo en un PAU muy tranquilo, sabedora de que el ladrillo nunca baja. Pese a su nombre, fue lo bastante lista como para comprar una vivienda no muy cara, que pudo pagar al contado y sin hipoteca, pero el malvado Eurilóbor Feroz la pilló sola en la calle un día que había tenido que salir a prostituirse para poder pagar una derrama inesperada derivada de los defectos de construcción, y allí mismo la devoró.

La última de las tres, Bibiana Leire Hipatia, la cerdita feminista, vio lo que les había pasado a las cerdas de sus hermanas, y buscó un empleo estable en el castillo del Príncipe Azul como concubina, cocinera y ama de cría. A los pocos meses denunció al Príncipe Azul por violencia de género, y se quedó con su castillo, tras cuyas altas y sólidas murallas se rió para siempre de la amenaza del Eurilóbor Feroz y se dedicó el resto de su vida a hacer pilates y a criar a su hijo, por el que el Príncipe Azul tenía que pagar pensión alimentaria, pero que en realidad había sido concebido por el palafrenero.

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